Nunca me he considerado racista. Sin embargo, sí me he hecho a veces la siguiente pregunta: ¿por qué la raza blanca (y en otros tiempos, localmente, la amarilla) ha dominado el mundo? Inmediatamente después de plantearla me doy cuenta de que es una pregunta con connotaciones racistas, pues aunque su motivación no sea el racismo, parece que éste es su respuesta inmediata o al menos, el primer pensamiento que se nos viene a la cabeza. Digo nos porque conozco a más personas que se han preguntado esto y cuya primera impresión ha sido racista. Entonces, ¿la raza blanca es más inteligente, o más algo, que el resto de razas? La respuesta es no. Muchos pensadores de izquierdas, anti-racistas y cerrados de mente me dirían: ¡Pues claro! ¿Eres idiota o qué? ¿Cómo se te puede pasar algo así por la cabeza? Sin embargo, lo que yo busco es una explicación lógica, ajena a un ideal.
Eso es lo que proporciona el Pulitzer Jared Diamond en su libro Armas, gérmenes y acero. Diamond reconoce al comienzo del libro que él es antirracista. Lo interesante es que el no-racismo no es la tesis del libro, sino una de las conclusiones que se desprenden de él a medida que se avanza su lectura. Diamond desgaja poco a poco la historia de la humanidad, describiendo minuciosamente cómo surgieron las civilizaciones a partir de la agricultura, y cómo ésta llevó a complejos sistemas políticos, a la ganadería, y esto a su vez a las armas, los gérmenes y el acero, y esto a su vez a las grandes conquistas... Pero recapitulemos. ¿Qué tiene que ver todo esto con el racismo?
Diamond, apoyado solamente en los datos históricos y arqueológicos verificados en el momento de su estudio y explicando, cuando se da el caso, teorías encontradas sobre un mismo tema, se pregunta por qué esos procesos que llevaron a la civilización sucedieron en algunos sitios de manera original, en otros tras el encuentro con los primeros y en otros nunca hasta la llegada de los conquistadores europeos en épocas relativamente recientes, y por qué esas civilizaciones surgieron en tiempos históricos tan dispares. Su argumentación, perfectamente lógica, pasa por una serie de factores contrastados físicos, geográficos y biológicos, pero no culturales (en cuanto a grandes grupo de gente); es decir, las distintas razas se desarrollaron de manera diferente por causas ajenas a ellas mismas, que tenían que ver con el lugar que habitaban. De la idea anterior se desprende que las razas no son per se superiores unas a otras, y por tanto el racismo, en cuanto a este aspecto, deja de tener sentido.
Monstruos habituales
miércoles, 6 de julio de 2011
viernes, 24 de junio de 2011
Incultura e inculturas
Propongo que pensemos en qué se nos viene a la cabeza cuando nos topamos con la palabra incultura. Probablemente imaginemos a alguien que no sabe ubicar a Estados Unidos en el mapa terráqueo o que no sabe ubicar el Quijote en la historia de la literatura (versión pedante: que no sabe dónde estuvo el imperio asante o que no distingue entre el uso de "mayor que" y "más mayor que"). Pues... estaríamos en lo cierto, pero nos dejaríamos muchas cosas fuera del tintero a causa de nuestra estrechez de miras.
Yo no soy un forofo del fútbol, pero reconozco que no tener cultura futbolera me vuelve inculto socialmente y afecta a mis relaciones con otras personas. Por supuesto, mi argumento es que ni me interesa el fútbol ni afecta a mi relación con la gente con la quiero relacionarme. Pero mi intención no es juzgar ese comportamiento, sino razonar que ciertamente existe una afectación en este caso (-¿Conoces a Casillas? -¿Quién es ése? -Tío, en qué mundo vives). Claro que hay inculturas más chics, como la incultura arquitectónica o la matemática. Por alguna razón, estas dos últimas áreas del conocimiento no son ampliamente reconocidas como inculturas. Siguiendo este razonamiento, también existen inculturas de todos aquellos temas que afectan a la sociedad actual, incluyendo aquí los que acaso debieran interesarnos por modificar nuestra visión del mundo inminentemente, como la biotecnología, o por haberlo modificado profundamente, como la historia del catolicismo. La llegada al absurdo o la duda del concepto de incultura puede darse cuando los ejemplos se llevan a áreas que no tienen que ver con la sociedad de un individuo, como la "incultura" referida a los métodos de pseudo-agricultura estacional de no sé qué tribu seminómada de Nueva Guinea.
Quizá la peor incultura y la menos aceptada es la de los tópicos. Un español puede decir que un estadounidense no tiene ni pajolera idea de geografía y quedarse tan ancho. Y podrá ser cierto en porcentajes y estadísticas, pero eso no quiere decir que reflejen situaciones particulares. Este ejemplo era sencillo, pero hay otros que tienen más chicha. Un estadounidense puede decir, en su desconocimiento absoluto de la historia de España, que España va bien ahora por el oro americano, y un inglés rebatirlo diciendo que el oro se lo llevaron los piratas; y yo decir que menuda discusión de besugos sin saber que no sé qué autor tergiversó la historia que yo conozco... El problema que subyace aquí, además de que uno pueda estar más o menos versado en historia, es la falta de razonamiento, la aceptación del tópico y, con ello, la afirmación de una incultura inconsciente y aún más, de un deseo de ella.
Así que, cuando pienso en la palabra incultura, me llama la atención que si hablo de literatura (por ejemplificar), gente que sabe un montón de automóviles se amilane un poco, y también que si hablo de, supongamos, la teoría de Choisy sobre la construcción de las pirámides de Egipto, me llamen culto.
Yo no soy un forofo del fútbol, pero reconozco que no tener cultura futbolera me vuelve inculto socialmente y afecta a mis relaciones con otras personas. Por supuesto, mi argumento es que ni me interesa el fútbol ni afecta a mi relación con la gente con la quiero relacionarme. Pero mi intención no es juzgar ese comportamiento, sino razonar que ciertamente existe una afectación en este caso (-¿Conoces a Casillas? -¿Quién es ése? -Tío, en qué mundo vives). Claro que hay inculturas más chics, como la incultura arquitectónica o la matemática. Por alguna razón, estas dos últimas áreas del conocimiento no son ampliamente reconocidas como inculturas. Siguiendo este razonamiento, también existen inculturas de todos aquellos temas que afectan a la sociedad actual, incluyendo aquí los que acaso debieran interesarnos por modificar nuestra visión del mundo inminentemente, como la biotecnología, o por haberlo modificado profundamente, como la historia del catolicismo. La llegada al absurdo o la duda del concepto de incultura puede darse cuando los ejemplos se llevan a áreas que no tienen que ver con la sociedad de un individuo, como la "incultura" referida a los métodos de pseudo-agricultura estacional de no sé qué tribu seminómada de Nueva Guinea.
Quizá la peor incultura y la menos aceptada es la de los tópicos. Un español puede decir que un estadounidense no tiene ni pajolera idea de geografía y quedarse tan ancho. Y podrá ser cierto en porcentajes y estadísticas, pero eso no quiere decir que reflejen situaciones particulares. Este ejemplo era sencillo, pero hay otros que tienen más chicha. Un estadounidense puede decir, en su desconocimiento absoluto de la historia de España, que España va bien ahora por el oro americano, y un inglés rebatirlo diciendo que el oro se lo llevaron los piratas; y yo decir que menuda discusión de besugos sin saber que no sé qué autor tergiversó la historia que yo conozco... El problema que subyace aquí, además de que uno pueda estar más o menos versado en historia, es la falta de razonamiento, la aceptación del tópico y, con ello, la afirmación de una incultura inconsciente y aún más, de un deseo de ella.
Así que, cuando pienso en la palabra incultura, me llama la atención que si hablo de literatura (por ejemplificar), gente que sabe un montón de automóviles se amilane un poco, y también que si hablo de, supongamos, la teoría de Choisy sobre la construcción de las pirámides de Egipto, me llamen culto.
El blog
Quizá me he decidido (el tiempo despejará las dudas) a crear este blog para hablar sobre los temas que a mí, como persona normal y corriente, me interesan, y en los cuales pienso; esos pequeños monstruos de cada día que no te dejan pensar en otra cosa por algunos instantes.
Quiero tratar especialmente la escasa amplitud de miras de la gente, incluso de aquella que no se da por aludida. Y quién sabe, si durante el proceso descubro que no soy una excepción, habré aprendido algo nuevo y podré optar a remediarlo.
Algunos temas que me obsesionan, siempre dentro de la amplitud y la estrechez de miras, son la incultura, la política global, las artes, la sexualidad, la inteligencia y las relaciones humanas. Son temas tan abstractos que todos, en algún momento o muchos momentos, los tratamos consciente e inconscientemente, y también lo suficientemente etéreos y dispersos como para que cualquiera pueda apreciar que no soy profesional de ninguno de ellos. Daré opiniones personales, y espero tener la amplitud de miras para aceptar las ajenas. Este blog no pretende, pues, crear ningún tipo de dogma ni dar una verdad absoluta (pregunta seria: ¿eso existe?). En las reflexiones que vaya colgando, algunas puras obsesiones personales, me gustaría que quien las leyera interactuara, de manera que se generase una contribución rica y variada. Probablemente sean textos cortos (¡y cada cual que se apañe!) y libres en lo posible de referencias (que al final, acaban coartando la neutralidad, aunque su objetivo sea el opuesto).
Y nada más... ¡Espero que sea un buen blog y todo el mundo disfrute!
Quiero tratar especialmente la escasa amplitud de miras de la gente, incluso de aquella que no se da por aludida. Y quién sabe, si durante el proceso descubro que no soy una excepción, habré aprendido algo nuevo y podré optar a remediarlo.
Algunos temas que me obsesionan, siempre dentro de la amplitud y la estrechez de miras, son la incultura, la política global, las artes, la sexualidad, la inteligencia y las relaciones humanas. Son temas tan abstractos que todos, en algún momento o muchos momentos, los tratamos consciente e inconscientemente, y también lo suficientemente etéreos y dispersos como para que cualquiera pueda apreciar que no soy profesional de ninguno de ellos. Daré opiniones personales, y espero tener la amplitud de miras para aceptar las ajenas. Este blog no pretende, pues, crear ningún tipo de dogma ni dar una verdad absoluta (pregunta seria: ¿eso existe?). En las reflexiones que vaya colgando, algunas puras obsesiones personales, me gustaría que quien las leyera interactuara, de manera que se generase una contribución rica y variada. Probablemente sean textos cortos (¡y cada cual que se apañe!) y libres en lo posible de referencias (que al final, acaban coartando la neutralidad, aunque su objetivo sea el opuesto).
Y nada más... ¡Espero que sea un buen blog y todo el mundo disfrute!
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